Estancia San Jorge
La estancia
San Jorge combina sus tareas cotidianas con actividades para el visitante.
Cabalgatas y pesca.
Al final de un pintoresco camino rural se divisa el casco de la antigua
estancia San Jorge, fundada en 1927 en el partido de Castelli por don Andrés y
doña Corina Rivera, quienes por años se dedicaron a la cría de ganado y a la
siembra del maíz a lo largo y a lo ancho de las 500 hectáreas que
abarca el establecimiento, hoy regenteado por los descendientes de sus
fundadores, quienes además de a los quehaceres propios del campo se dedican al
turismo rural con esmero y dedicación.
Sus propietarios reciben a los huéspedes en el colorido parque que rodea al
casco - una construcción de estilo normando reciclada con muy buen gusto. El
sol de la mañana se refleja en la laguna, habitada por patos y cisnes de todos
colores y cercada por antiguos pinos, eucaliptos, aromos y árboles frutales que
perfuman la atmósfera delicadamente. Desde la cama de uno de los cuartos para
huéspedes, en la frontera entre la noche y el alba, es posible ver cómo las
estrellas se disipan en el cielo para dejar paso a una luminosidad rojiza,
tornasolada, que se refleja en el espejo de agua y tiñe las copas de los
árboles.
Es esa la hora señalada para levantarse, tomar un suculento desayuno de campo
con todas las de la ley y partir hacia el tambo -un viejo castillo en el que en
los años 40 funcionaba La California Argentina , la fábrica de sidra más
importante de Sudamérica en la época- y la granja para presenciar el ordeñe y
el arriado de las vacas. Para los curiosos de la vida y la tecnología, aquí
también es posible ver cómo se realiza una inseminación artificial,
interiorizarse sobre la cría de Aberdeen Angus y Hereford o sobre la vacunación
del ganado.
Al mediodía, el olor de la carne cocinándose sobre los fierros al rojo alimenta
el espíritu. Se podrá disfrutar de un buen asado criollo clásico: chorizos y
morcillas caseras, acompañadas por frescas ensaladas, antes de que llegue el
costillar.
Si el día acompaña, quienes gustan de la pesca pueden probar suerte en el Río
Salado, a 15
kilómetros de la estancia, donde es posible, con algo de
suerte, sacar alguna pieza; hay tarariras, pejerreyes y carpas.
Después, queda la tarde para tomar una merienda con mate, tortas fritas y
buñuelos caseros, para volver a tomar fuerzas y emprender una cabalgata por la
llanura. Los montes nativos son ideales para tomar fotografías de aves y
animales autóctonos. Si se busca un poco de urbanidad, basta con viajar 8 kilómetros hasta el
pueblo de Castelli para disfrutar de esta maravillosa ciudad.
El crepúsculo ofrecerá al visitante una paleta multicolor, en la silenciosa
transición hacia la noche, y otra vez surgirá el cielo transparente, pleno de
estrellas, claras y brillantes, en un sitio ideal para tomarse un retiro
espiritual.